Al final de este viaje por India
Ya en casa, en Buenos Aires, a más de 30 horas de viaje en avión (Mumbai-Kuala Lumpur (Malaysia)- Johnanesburg y Cape Town (Sudáfrica). Voy a la biblioteca a buscar a Paul Bowles y encuentro el libro "Cabezas Verdes, Manos Azules", sobre crónicas y cuentos de viajes. Ahí van algunos párrafos del prólogo, un texto que no tiene desperdicio y que hilvana algunas de las cosas que experimenté en un país como India.
El choque cultural fue de los más grossos que me tocaron. Así como muchas veces me pregunté qué carajo hago acá, ese mundo completamente diferente, con sus reglas y leyes de supervivencia, es lo que hizo que valiera la pena el viaje. Su fuerte identidad es algo impactante: estar en la India fue como vivir en un cuento provocador de los sentidos.
Acá van algunas palabras de Bowles:
"Siempre que visito un lugar por primera vez espero que sea lo más diferente posible de los sitios que ya conozco. Supongo que es natural que un viajero busque la diversidad y que sea el elemento humano lo que contribuye más a esa impresión de diferencia. Si las gentes y sus modos de vivir fueran iguales en todas partes, no tendría mucho sentido desplazarse de un lugar a otro. Con escasas excepciones, el paisaje por sí mismo no posee el suficiente interés como para justificar el esfuerzo que exige verlo. Incluso las obras de los hombres, a menos que se utilicen en la vida cotidiana, parecen perder su significado y asumir el aspecto de decorados. Lo que hace que Estambul merezca la pena para el forastero no es la presencia de mezquitas y de zocos cubiertos, sino el hecho de que todavía se utilicen como tales. Si el pueblo indio no tuviese su especial conciencia de la importancia de la disciplina espiritual resultaría abrumadoramente deprimenta visitar la India, pese a sus joyas arquitectónicas. Y el norte de Africa, sin sus tribus - habitado por suizos, por ejemplo-, sería como California pero más desértica.
(...)
Claude Lévi-Strauss mantiene la tesis de que, para seguir funcionando correctamente, el mundo occidental necesita librarse constantemente de grandes cantidades de material de desecho, que va a parar a los pueblos menos favorecidos. "Lo que primero nos revelan los viajes es nuestra propia basura, arrojada al rostro de la humanidad".
(...)
A mi modo de ver, las gentes de culturas distintas a la nuestra se ven asoladas, no tanto por los subproductos de nuestra civilización como por el deseo irracional de sus propias minorías educadas de renunciar a ser ellos mismos y occidentalizarse. Los diversos cachivaches tecnologógicos que forman nuestra "basura" constituyen los fetiches adecuados que contribuyen a la mágica transformación.
(...)
Las formas de pensamiento tradicionales pueden destruirse a la fuerza, desde luego, pero lo que se necesitaría es que se transformaran en otras formas viables que las suplieran, y esto solo puede hacerlo la propia gente, de modo empírico".
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