enero 29, 2005

Birlados

Un viaje a Latinoamérica quizás no estaría del todo completo sin la frutillita del postre: ¡nos robaron!. El último día. Nosotros tan tranquilos: hablamos la misma lengua, conocemos ciertos códigos y en el medio del gringaje que tiene en Costa Rica su patio de vacaciones más próximo, tal vez sospechamos que les podía suceder más a ellos que a nosotros. Pero no. Nos tocó a nosotros, paisanos latinoamericanos.
En las estaciones o los viajes solemos ser muy precavidos con las mochilas y los bolsos de mano. Claro, como era un viaje corto, de dos horas, entre Puntarenas- donde nos dejó el ferry- hasta San José, y eran dos horas en un bus de los mejorcitos, zas, nos la pusieron cuando menos esperábamos. Pero la sangre sudaca también hizo lo suyo.
Era mediodía y a la media hora de subir al micro, como quien no quiere la cosa, empezamos a cabecear. Ambos dos. Error!!!! Antes tuvimos la imprudencia de poner nuestros dos bolsos con las cámaras de video y de fotos en las gavetas superiores. De repente el conductor dice a toda la concurrencia: "chequeen si tienen sus equipajes". Las mágicas palabras despertaron a Ari que se levantó de un salto, miró si estaban nuestros bolsos y gritó: "¡Nos robaron!". El micro estaba frenado porque acababan de descender tres muchachos en medio de la ruta desierta. Ari salió disparado como loco mientras el chofer le decía que los chorros eran esos tres pibes. Se armó una película total, Ari corriendo por las matas del borde de la ruta, detrás el chofer, más atrás yo. No se veía a nadie pero en un barcito entramos y el chofer marcó a un pibe que se hacía el que estaba ahí hacía horas. El chofer lo acusaba, el pibe negaba, nosotros no podíamos decir que fuera él porque la verdad que íbamos dormidos y no habíamos visto las caras. Ari salió corriendo camino abajo a ver si encontraba alguien. Dio con otro pibe que también negaba todo y decía que no tenía nada y que los chorros se habían ido en la dirección contraria. El chofer llamó a la policía y mientras encontró una muchila mugrosa detrás de unos arbustos. Nos preguntó si era nuestra. No, pero al abrirla ahí estaba mi bolso, pensamos que lo habían descartado pero increíblemente estaba la videocámara adentro. Habíamos recuperado la mitad del botín! Ahora nos faltaban la cámara Nikon, los lentes, los filtros, en fin, unos varios dolaritos pero nada que no se pueda comprar con Mastercard.
En minutos había dos camionetas de la cana y adentro, el pibe del bar y el otro, esposados. Una situación bastante horrible, no tenían más de 16 años ni documentos. Nos preguntaban si eran ellos, nosotros explicábamos que no podíamos afirmar. El chofer decía que s+i, los había visto bajar y le había llamado la atención que descendieran en el medio de la nada.
Curiosamente lo primero que les preguntaba la cana era su nacionalidad. Eran nicas. Uno mintió diciendo que era tico y cuando saltó la verdad, el poli le amagó con un coscorrón. Creemos que se contuvo porque estábamos nosotros ahí. El chofer del micro ya se quería ir, había pasado un buen rato. No sabíamos que hacer. El micro bajó nuestras mochilas y se fue. Cuestión que la cana iba y venía, corrían, Ari buscaba por los pastizales. La policía se fue a llevar una moto a un pueblo cercano y regresó más tarde. Nos quedamos ahí debajo de un árbol pensando que era un sinsentido y un garrón. Nos acordábamos cada vez más de lo que había en la mochila de Ari. En eso de un taller mecánico rutero, al lado del barcito, aparece un policía re agitado con un pibe más, esposado, y nos pregunta si la mochila que tenía en la mano era de Ari. Y sí! Por suerte tenía todo. No-la-po-dí-a-mos-cre-er.
De ahí fuimos con los tres pibes a la comisaría, más la cana. Si hacíamos la denuncia, nos confiscaban las cosas hasta que termine el proceso (meses, con suerte) y los chicos pasaban a la Justicia de CR. Si no la hacíamos, los chicos eran deportados a su país y dejados en libertad en Nicaragua. Tomamos la última opción, mejor dicho, no había demasiada opción. Y los ticos tienen tal resentimiento con los nicas que prefieren deportarlos y punto antes que pagarles un plato de comida en la cárcel. Por suerte también conocimos varios nicas super laboriosos y honestos. Hay de todo en la viña del señor y sin dudas ese país debe estar tan mal como el nuestro para que a un adolescente se le de para irse a otro país a afanar a los turistas. Pobres, tampoco tenían por qué saber que venimos de un territorio con las mismas fronteras desdibujadas. Y quizás por eso, nos quedamos a hacer el aguante al estilo maciel island: "Las cosas se recuperan rápido, o no se recuperan".

Le agradecimos a la poli (¡quien diría! hasta me da un poco de verguenza, pero acá yo creo que no recuperábamos nada) y antes de irnos, por las dudas, les pedimos que por favor no los golpearan. Daba la puta casualidad que nosotros trabajamos con ese tipo de chicos, tratando de que se recuperen.

Llegamos ya de noche a San José. Contentos, apenas tuvimos tiempo de comernos un taco antes de subirnos al Tica Bus. Esta compañía se manda unos tremendos viajazos de Mexíco a Panamá City. Hacia allá fuimos, una vez más, entre aduanas desvencijadas, fronteras donde hasta la caricatura de las películas que la reproducen se queda corta. Hooooras de espera interminable en cada oficina de migración para el sello del pasaporte. LLegamos a Panama City 20 horas después. Dimos un par de vueltas y a medianoche nos embarcamos en el vuelo del Lloyd Aereo Boliviano. En fin: queríamos latinoamérica, tuvimos latinoamérica al palo!