septiembre 06, 2010

Plaza Huincul

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Cuando era chica pasé vacaciones inolvidables con mis tíos y primos de Huincul. Íbamos en tren, en camarote, con mi abuela y mi tía Susy. En invierno o en verano. El cielo, las grandes explanadas, la libertad con la que nos dejaban movernos en la estepa desértica me llamaba la atención. También los prolijos barrios de Gas del Estado y de YPF donde había piletas de invierno, clubes, salones de juego, cine y un montón de comodidades que me sonaban geniales tan al alcance de todos. Cuando volvía a Buenos Aires, después de tantas excursiones y aventuras, las suelas de las botas quedaban de un precioso color arena. De a poco, otra vez en la ciudad, volvían a oscurecerse. Después de muchos años, mi prima y su familia volvieron a vivir ahí. Y fuimos a visitarlos. El petróleo sigue brotando a lo loco debajo de la tierra. Pero en Huincul el cine y el club están abandonados. El pueblo no está detenido, está desteñido en el tiempo. Eso sí: tiene un increíble, imperdible y alucinante Museo de Dinosaurios con réplicas en tamaño natural. No se lo pierdan! El dino de la entrada iba a ser recubierto en una capa de material símil piel pero cuando lo estaban poniendo, un incendio destruyó ese material y acá estamos.
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